sábado, 30 de octubre de 2021

Tres iguales para hoy.

 

171427752_tcimg_802ABA60

Ayer comí con la familia en un restaurante. La mañana era espléndida. Si bien lucía el sol, algo de viento fresco anunciaba que el otoño se instalaba. Bien abrigado, recordé cierto día en la adolescencia en la que una tarde al final del verano y ante el cambio estacional, me puse ese primer jersey… Todavía siento en mí ese acogedor calor de aquella prenda, ese pasar del verano al otoño, ese inicio de un nuevo tramo en mi vida… En esos momentos, el nuevo curso escolar de Septiembre.

¡Que agradable sensación de recogimiento! De resguardarse en algo ante las inclemencias de lo que sea… De tener ese puerto seguro, ese hogar, ese rincón tuyo, grande o pequeño, en el que estar/ser!

Esa sensación de tener algo propio, íntimo, más allá de las cuatro paredes de tu casa, la volví a vivir cuando alquilé un local en León para instalar un comercio. Acababan de darme las llaves del mismo, era fin de semana, me disponía a viajar a Madrid donde residía pero…, antes abrí la puerta y dejé en un rincón una lata de aceite del coche.

Insignificante gesto, sin duda. ¡Una lata de aceite en un rincón!… Pero no era todo tan simple… ¡Era mi rincón, mi lata, mi local! ¡Y todo lo que ello pudiese significar de mí/mío… en la inmensidad de la vida

Estando ya en los postres me fijé en algunas otras mesas que también compartían espacio y degustación. Familias, parejas, jóvenes y no tan jóvenes conformábamos un elenco de individuos disfrutando del comer, la compañía, mil sensaciones más.

Niños, alegres y dicharacheros, un bebé dormido en un cochecito, sus padres. En otras mesas, una y dos parejas, jóvenes. En otra un matrimonio de mediana edad. Otras algo mayores, yo mismo me encuentro en ese punto. Más allá dos parejas en agradable conversación y risas… Y más gentes.

Y recordé a un familiar que, partió hace dos años al poco de cumplir los cien…, edad que decía que quería alcanzar. Y jugué a situar a varios comensales en cierta lista de edad.

Cinco y ocho años, meses, veinticinco y treinta y dos. Ventitantos. Cuarenta, cincuenta. Sesenta y cinco, setenta y tres. Esos cien señalados… ¡Aparente principio y final de una vida! ¡Todo por vivir!… ¡Mucho por recordar!

¡En ambos casos la vida fluye, continúa! Cierto que la intensidad, como el caudal del río que cruza el valle, no es la misma en primavera que en otoño. El ritmo lento de final de verano y el caudaloso que recoge las lluvias del invierno…

Cuatro estaciones entre miles de momentos, vividos o por vivir. Miro a mi nieta mayor, 17 años, y a la pequeña, 10. Me veo a mí mismo en relación a ellas y pienso:

¡Tres iguales para hoy!

19 comentarios:

Margarita HP dijo...

Me ha encantado tu reflexión amigo mío. El paso del tiempo es algo que tenemos junto a nosotros, de forma lenta pero imparable, y a veces, no somos conscientes de todo lo que podríamos hacer. Yo miro a mi nieta y digo... NIETA. Ya soy abuela. Señor. Dentro de nada crecerá, y la veré metiéndose en líos y también creciendo, tal vez formando su propia familia (si me da tiempo a ello)... Entonces, yo seré esa señora mayor que mira el mundo con calma, aunque quizás para ellos no llegue a ser esa señora mayor, ja ja. Cuando mi padre decidió partir a ese viaje sin retorno... tenía 74... y para mí era un joven de 40. Mi madre a sus 75 si parece una anciana, pero aun así, para mí, no sobrepasa los 50... con lo cual, acabo de darme cuenta de que ya soy la más vieja de la familia ja ja ja.
Pero lo importante, es como se viven los momentos y disfrutarlos a tope, como en esas comidas familiares maravillosas :D

Elda dijo...

Encantador lo que has escrito hoy. Agradables sensaciones que unen dos etapas de la vida... presente y pasado.
Un abrazo Ernesto, tan acogedor como ese primer jersey, 😀

Alfred dijo...

Un texto que invita a la reflexión sobre nuestro avanzar por la vida aculando años y experiencias.

Un abrazo.

maría cristina dijo...

La vida pasa volando, pero si miramos hacia atrás parece que hubiéramos vivido varias, mi nieto mayor 25 mi nieta menos casi 12, ayer recién habían nacido hoy nos sorprenden, ya todos me superaron en altura desde 1,80 hasta 1,60, yo quedé mirando hacia arriba, los abrazo por la panza, en fin, es lindo compartir, un abrazo Ernesto!

AMALIA dijo...

Un texto muy bonito y entrañable.
Un abrazo.Feliz fin de semana.

- R y k @ r d o - dijo...

Texto fascinante que me deliciou ler.
.
Votos de um bom fim de semana.
.
Pensamentos e Devaneios Poéticos
.

Enrique TF dijo...

No sé que me pasó al leerte hoy, Ernesto, pero sentí cierta emoción, complicidad, sentimiento compartido... eso es, compartido. Cuánto te comprendo, a mi me sucede a menudo, a veces tienen que darme algún golpe en el brazo para volver en mí cuando estoy con ellos.
La vida fluye, continua, irremediablemente, lo nuestro es darle sentido y tú lo haces de maravilla.
Un abrazo muy fuerte, Ernesto.

Teo Revilla Bravo dijo...


Acogedor calor es recoger esa mirada a la vida cercana, a las sensaciones inmediatas, a los sentimientos, a ese rincón...

Me emocionaste, amigo, con esa riqueza que procura siempre la sencillez y amplitud de los sentimientos cuando se colocan con letras en el papel.

Que sigan y prevalezcan esos recuerdos, que son un poco los nuestros.

Agradecido a un escrito simplemente maravilloso.

Abrazo

Mara dijo...

Ernesto, iguales, iguales... Yo creo que entre tus nietas destacas un pelín je, je. La tienda en León, el rincón justo me lo has puesto a huevo: "Rincón por rincón León" es nuestro dicho. Recuerdos y vida. Vida y recuerdos.
Un abrazo otoñal.

Amapola Azzul dijo...

Me ha gustado mucho tu entrada de hoy.
Me alegra tu felicidad.

Besos.

Somos Artesan@s de la Palabra dijo...

Hola Ernesto, me ha hecho reflexionar tu texto, en muchos aspectos, estos últimos años vengo pensando en el tiempo vivido y el por vivir, y si bien tengo 58 años, después de ver tantas tragedias que acontecen en el mundo, y sobre todo en el cercano, estar viva, haber vivido lo que viví, es una bendición, espero vivir muchos años más pero bien, no sé si llegare a los 80, 90 o 100, lo que sé es que a dónde llegue quiero hacerlo sana sin depender de nadie. Tu local en León me hizo pensar en que es tierra quiero conocer algún día, mi abuelo Emilio era de allí, solo conozco Barcelona, estoy enamorada de esa ciudad y Galicia, mi cuñada vive allá, ese almuerzo tuyo en familia, me recordó tanto cuando viaje a visitar allá a la familia, todos reunidos, añoro eso, algo que la pandemia nos robo, puesto que ya no hemos podido cruzar el océano para vernos. Un abrazo, Patricia F.

barro ocre dijo...

hola Ernesto, es la primer vez que te leo- (ya iré buceando más en tu blog) me encantó esa especie de juego propuesto acerca de la hora de vivir y morir. Porque tal vez en algún punto sean la misma cosa, ya que la muerte parece ser sólo un instante foráneo y testaduro digo yo... Sabés que mi nona partió a los 92 y mi abue paterna con 92 cumplidos me decía hace poco a no aflojar, nieta!!! y yo pienso llegar como ellas, aunque no haya hecho su vida sino la mía propia.. quizás el destino me depara unos 100 no lo sé. En fin, que lindo esto de vivir " sin más que controlar ni dañar, así es el comienzo"...
Un fuerte abrazo
Noralí.

Sandra Figueroa dijo...

Hemos vivido, atesorado recuerdos para recordarlos en su justo momento... Saludos Ernesto.

Ses dijo...

Qué sensación tan agradable debe de ser verse en ellos. A mí el otoño me encanta, sobre todo por la lluvia.

hanna dijo...

Bonito h entrañable texto, ver la vida pasando y sus emocionesy ahora vivir el hoy!! Un abrazo

Juan Carlos dijo...

Tu relato tiene la sabiduría que solo puede provenir de un guerrero curtido en mil combates. Llevas a cuestas recuerdos que emergen del pasado, trayéndote al presente aromas del ayer, dibujando momentos que marcaron tu vida, época de bolsillos flacos, iniciando o cerrando ciclos, pero siempre con mucha fe en tus propias fuerzas, disfrutando tus primeros logros, enfrentando tus primeros retos, almacenando siempre toda experiencia, que al final resultaron siendo las herramientas que te ayudaron a crecer, a forjar tu espíritu y a formarte como la gran persona que hoy eres.
Tus nietos son el nuevo fruto del árbol gigante, llevan tu ADN ganador, pero de ellos dependerá el que puedan madurar como alguna vez tú lo hiciste. Y es que el reloj avanza para todos, pero el tiempo no corre para todos por igual, por ello no todas las personas maduran con los años, algunos solo envejecen.
En tu caso, cada nuevo día es una nueva oportunidad para descubrir, disfrutar o enfrentar un nuevo reto. Disfruta con ellos (tus nietos) esta travesía que les toca compartir. Que ellos miren como navega un viejo lobo, que descubran que en sus venas llevan tu estirpe, regálales la fortuna de aprender a navegar en la vida hasta que Dios quiera, junto a su abuelo (con el mejor)
¡Saludos!

Conxita C. dijo...

Hola Ernesto muy entrañable la reflexión. Desde luego lo importante es disfrutar de ese tiempo vivido en el momento y después al recordarlo es otra manera de re-vivirlo.
Los años pasan y muy rápidamente, cada segundo cuenta para disfrutar con aquellos a los que queremos.
Un abrazo enorme

mariarosa dijo...

Cuando nuestras familias se reúnen y miramos a nuestros nietos, nos vemos reflejados en sus gestos, en sus sonrisas y reflexionamos, no se puede evitar.
Nada más lindo que el almorzar con los seres queridos.

mariarosa

Dyhego dijo...

Seguro, Ernesto, que la comida te sentó fetén.
Salu2.