Ana le relataba a yer a su madre, Charo, de León, amiga nuestra de hace más de 50 años, que al sacar a apacentar a las 40 ovejas que acaban de parir estos días, de las 1.800 que tienen en Ozonilla, donde viven, León, y dado el sol que hacía en los prados a media tarde, se refugió en la sombra de tres frondosos árboles.
Al rato, las "inteligentes" ovejas sopesaron la situación y decidieron que, junto a ella y los perros "mastín" que se habían tumbado a su alrededor, se estaba mejor.
Y se formó una bucólica y pastoril vivencia.
La conozco de cuando niña, a ella y sus hermanos. Cabría decir que todos, menos ella hoy, "urbanitas". Como la mayoría de quienes leeréis esto...
¿Sabría vivir Ana hoy, de continuo, entre calles asfaltadas, tráfico, ruidos, valores semihuecos y bambalinas de colores teñidos?
Desde luego saber si que sabría, porque está doctorada en vivir en el campo, pero no lo resistiría, sería cambiar la paz por el stress.
ResponderEliminarNo creo que pudiera vivir... más bien quizás, sobreviviría!
ResponderEliminarUn abrazo
Tienes que amar el lugar donde se vive, sea campo o ciudad, solo así se puede vivir. Saludos Ernesto.
ResponderEliminarmariarosa
Hola Ernesto, linda escena la que describes, inteligentes las ovejas. Pienso que si Ana hubiera vivido siempre en la ciudad sería ese su entorno y si que podría. Cambiarla ahora de su vida en el campo a la ciudad supongo que le costaría pero dicen que a todo nos acostumbramos.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hay personas que no añoran esa manera de vivir, se van a la ciudad, otras no se podrían adaptar si son felices con su entorno, me imagino esa escena rodeada de ovejas, un abrazo Ernesto!
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