Ayer, al anochecer, sentado en la terraza de una bulliciosa cafetería, a pocos metros del río que cruza el pueblo, y al amparo de tres frondosos árboles, oí por primera vez este año el entrañable canto del petirrojo en otoño.
¡Y supe que todo estaba bien!
─ Bueno, bien bien… No sé a qué se refiere con ello, con la que está cayendo en el mundo. ¿No oye las noticias?
─ ¡Yo sí! ¿Y usted?
─ ¡Cómo no voy a oírlas! Las agresiones a Ukrania, el genocidio de Palestina. Sus habitantes, mujeres, niños, el hambre, sus ciudades, sus vidas. La desestabilización que a cierto nivel mundial están provocando las políticas de EE.UU, Rusia, Israel, etc.
─ ¿Se siente afectado por ello?
─ ¡Me llevan los diablos!
─ ¿Cabría decir, si me permite la expresión, que lo que sucede al otro lado del mundo, realizado por personas ajenas, y ante lo que parece que usted no puede hacer nada, le desestabiliza?
─ ¡No puedo evitarlo!
─ No puede hacer nada, realmente, desde su mundo personal. Pero sí puede evitar perder, o ver alterado, su estado emocional, mental. Su vida, al fin y al cabo.
─ ¡No veo cómo!
─ Puede impedir que esos sentimientos, pensamientos, en contra de las personas que provocan estos sucesos, sigan haciéndolo. Si no puede hacer otra cosa para impedir lo que sucede, ¡y no puede!, evite verse condicionado por ello.
─ Lo veo difícil, por no decir imposible… ¿Es que a usted no le afecta todo esto?
─ Llevo semanas trabajando este decreto. Y no sólo por los personajes a nivel mundial. Otros de mi entorno más cercano están incluidos en él.
No tengo que nombrar, ni tan siquiera pensar en nadie o en nada. ¡Sólo realizarlo en cuanto un pensamiento inadecuado intenta instalarse en mí! Y le aseguro que ello puede darse varias veces en un día...
El decreto. ¡La orden!
“Perdono todo lo que deba ser perdonado. Y también me perdono a mí mismo. Doy mi amor y mi perdón a todo el que lo necesite.”
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No puedes evitar que un pájaro se pose en tu cabeza. Pero sí puedes evitar que permanezca el tiempo suficiente para hacerse el nido.
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