sábado, 20 de septiembre de 2025

Tócala otra vez, Sam.



En un bote de vela, a la mar me tiró,

que me lleve el viento muy lejos contigo.

En un bote de vela sin ancla y compás.

Rumbo a no sé donde quiero naufragar…


Este es un texto de la canción de Julio Jaramillo de 1967.- En un bote de vela.

Texto y autor que, y no siendo yo musiquero, no creo que haya destacado mucho en el panorama musical. ¿Dónde radica, pues, la relevancia de traerla hoy, 58 años más tarde a colación?

¡A ninguna!

Si acaso, y tras haber finalizado mis tecleos en mis temas pendientes, del día, ¡mañana Dios dirá!, aprecio la sequedad literaria, que brilla hoy en la conocida red…

¡Hombre, ya tardaba usted en abrir la boca… Recuerde que los fines de semana, como los estudiantes en clase, se toman vacaciones hasta el lunes. ¡Cuando menos!

¡Ya ya! Si no digo nada… Pero puesto que anoche llovió aquí el diluvio universal, y el constante ruido y fogonazos de los relámpagos parecía que había llegado la intemerata, y hoy luce un cielo azul sin nubes, pues pensé que, tal vez, en este mundillo también se había despejado la cosa. ¡Pero no!

Menos mal que “siempre nos quedará París”. Y hasta puede que, hasta “Sam, nos la toque otra vez”

1 comentario:

  1. “Tócala otra vez, Sam”… y Ernesto la tocó. No sé si con el cayado de sándalo o con el teclado de la nostalgia, pero esta entrada tiene más atmósfera que una escena de Casablanca bajo la lluvia. Me has recordado que escribir, como naufragar en un bote sin compás, es a veces el único rumbo sensato.
    Como diría Billy Wilder: “Nadie es perfecto”, pero este post se acerca peligrosamente. Y aunque Julio Jaramillo no sea mi banda sonora habitual, hoy me ha sonado como si lo pusiera Woody Allen en la gramola de “La rosa púrpura de El Cairo”.
    Me viene al pelo una cita de Virginia Woolf: “Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada cualidad de su mente, está escrita en sus obras.” Y tú, Ernesto, lo dejas todo en cada tecla.
    Así que, como quien reza, se lava los dientes o lee a García Márquez, escribir debería ser parte del aseo espiritual diario. Incluso en festivos. Porque si no escribimos, ¿quién nos toca otra vez la melodía?
    Un fuerte abrazo, Ernesto.

    ResponderEliminar