En El Evangelio de María
Magdalena, de Daniel Meurois-Givaudan, no sólo se recrean las
vivencias de Jesús con un grupo de apóstoles, Pedro entre ellos,
sino que se desmenuza el alma de todos ellos. Miriam de Magdala
incluida. Y por todos ellos hay que entender cada uno de nosotros.
Pues esto es lo que representan sus figuras. ¡Cada uno de
nosotros! Os aseguro que os identificaréis con más de uno.
El Maestro, los discípulos, hombres, y
desconcertados, y la discípula, la mujer que ha despertado, la que
sabe. La bienamada.
Resulta sorprendente el papel
desempeñado por cada uno a diferencia de lo establecido
oficialmente. Pedro, la piedra de la iglesia, encabeza la gran diferencia. Si bien es María
Magdalena, la prostituta, quien sobresale por mucho en este
relato.
Hay en el libro unas frases entre Jesús
y los discípulos sobre qué hacer para saber si la línea de
actuación que llevan es la adecuada.
-Maestro, ¿cómo saber si lo que
hacemos es lo que se espera de nosotros? A lo que el Maestro
responde: ¡Preguntad, si vuestra intención es conocer!
He aquí cuatro palabras que, de
llevarlas a buen término, transformarían nuestras vidas y el mundo
entero. “Si vuestra intención es...” Jesús no da por sentado
que en la mera pregunta haya la intención de conocer.
Pedid y se os dará. Buscad y
hallaréis. Llamad y se os abrirá. Tres enseñanzas que no por
conocidas y repetidas dan frutos. ¿La razón? Que
falta la esencia real de la frase. La que remarca Jesús: “si
vuestra intención es...”
Cuándo se pide, cuándo se busca,
cuándo se llama, ¿hay realmente intención de recibir?
Cada uno en su fuero interno deberemos
responder a esto. Si bien y en vista de la cosecha que recogemos sabremos si plantamos con la intención adecuada.
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