No sabe muy bien el porqué pero desde
hace días el recuerdo de sus abuelos, su pequeña casa, donde vivió
de niño, ayer. Las mil vivencias que allí pasó, todo ello se hace
presente hoy. Principalmente la casa y su abuelo.
De la primera experimenta hoy su
calidez, su armonía, sus sonidos pausados, nunca una voz más alta
que otra. Los rostros tranquilos, apacibles, serenos, sin causa para
otra cosa. La distribución. La cocina y el baño afuera, con puertas
independientes en el pasillo. La entrada, sala de estar-comedor, no
muy grande. Sobria en el mobiliario. Justa para los que eran. Dos
alcobas. Dos amplios balcones daban luz a toda ella. Entre ellos
una tabla y sobre ésta una jaula con una perdiz.
De su abuelo y abuela la memoria le
trae detalles que juntos vivieron. Cierto que cada uno a su ritmo, su
talante, sus circunstancias. No podrían ser lo mismo un niño de
ocho años y dos adultos de sesenta. Pero la convivencia fue
entrañable. Aún perdura. Natural por lo demás. Con esa naturaleza
sencilla que el devenir-suceder natural crea cuando no se le
interrumpe con haceres extraños. Creados por las creencias más
que por la sabiduría...
Que bella foto Ernesto, a pesar de los años transcurridos aún tiene su amor y su cariño.... me alegra la compartas :D
ResponderEliminarpd. Un abrazo con mucho cariño, mil gracias por volver al faro y estoy gratamente satisfecha de volver a comunicarnos... besos