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Alessandro
Botticelli (ca 1445-1510), Lamentación sobre el Cristo muerto, ca
1490. (No es su madre... es Miriam de Magdala) |
Hablando
por teléfono con su hermana bajo el inmenso pórtico de la iglesia
de Andra Mari (Santa María), estaba lloviendo con fuerza, y mientras
paseaba de un lado a otro la vio…
Estaba
a cierta distancia y nada se veía, pero por la postura dedujo
que estaba amamantando al pequeño que sostenía en sus brazos. Una
escena natural y no poco habitual entre las jóvenes madres de estos
tiempos… Antaño también se hacía.
Un
vestido largo de punto azul hasta los tobillos con una abertura a
cada lado a la altura de sus rodillas, le daba una imagen de cierta
sensualidad al quedar al descubierto parte de sus piernas… Postura
natural, cómo no, al mantener éstas cruzadas, lo que le facilitaba
el amamantamiento.
Ella
le miró brevemente mientras seguía charlando con otras personas.
Cada
vez que recorría el pórtico y mientras seguía con su conversación
telefónica la estuvo mirando… Delgada, de mediana estatura,
morena, de pelo ondulado que le caía sobre los hombros. Destacaba
cierta determinación en sus gestos, su cara. Naturales por otra
parte en un fluir natural de la vida…
El
río del valle seguía su curso, Tal vez algo más bullicioso debido
al aumento del caudal por las lluvias. Cuando algo irrumpe de nuevo
en un fluir, éste se modifica, se altera, sigue…, pero la
intensidad ya es otra.
Y
no pudo negarse a sí mismo que algo se había alterado esa tarde
lluviosa de primavera…
¿La
conocía? No, no la había vista nunca. Pero supo que la huella
dejada perduraría siempre…
¿No
era acaso un romántico empedernido? ¿No tenía grabada en su
memoria la mirada de aquella joven mujer, embarazada, que le miraba
con curiosidad a través de la pequeña ventana que comunicaba la
cocina del restaurante con el mostrador aquel día que esperaban mesa
para comer? Sucedió en las vacaciones de Semana Santa, en
Ribadesella, 2005... “El Labrador”. Una comida excelente, casera.
No
había nada raro, sucio o negativo en aquella actitud de ambos. Un
simple mirar, compartir el momento, la vida, su embarazo, con alguien
que, después de todo, seguro que ya habrían cruzado sus vidas en el
hollar de los caminos de este mundo… allá en los tiempos de la
Cruz.
¿Miriam
de Magdala, Marta de Betania, Lázaro, Isabel, Herodes? ¡Quién sabe
quienes fueron, quién sabe quienes son! ¿Importa?
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El título del texto se refiere a la condición que la Biblia "da" a quien fue la discípula Bienamada
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A veces nos ocurre tener un encuentro casual con alguien que nos despierta sentimientos sorpresivos, quién sabe no? Nada sabemos, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminar
ResponderEliminarMuy buena entrada: No importan los que estuvieron junto a Cristo, al menos a mi sólo me importa Él, mi maestro y Señor.
Es verdad, a veces, personas, instantes cruzan por nuestra vida, o nosotros cruzamos por la de ellos, y se quedan, algo nos atrae, y la imagen de ese momentos perdura por años.
mariarosa
el fluir natural de la vida, cruce de miradas, sonrisas compartidas... bellas sensaciones
ResponderEliminaraamigo Ernest abrazos hasta ese valle de brisa fresca 🌴 🐦
p.d. habrá sido el duende o el monstruo de las galletas que se las comió todas?
jajaja gracias por haberme avisado, hoy no sé qué pasa con la conexión que gasta bromas
Ernesto, realmente la mirada nos conecta por un instante o para siempre, y eso,en realidad no tiene importancia, porque a veces un solo instante permanece para siempre en nuestra memoria.
ResponderEliminarMe gustó mucho este texto,porque en su simpleza está su grandeza porque creo que es en esto,donde realmente nos damos cuenta que podemos ver un poco más allá de lo evidente.
Un abrazo!!
Realmente hay detalles, personas, gestos, que cambian la intensidad de nuestro fluir.
ResponderEliminarY no, no importa saber. Simplemente ocurre.
Un abrazo Ernesto, aquí y hoy.
Quien dice que los hombres no pueden hacer dos cosas a la vez, ¡oír y mirar!…, a quien estaría atendiendo más? jajaja.
ResponderEliminarBueno, ya leo que en este relato el autor da a entender que pudieran haber ocurrido hechos similares con la misma personas, allá, por otras épocas de un pasado muy lejano, con lo cual llego una conclusión…
Un placer y un abrazo.
Es natural. Como la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una hermosa entrada Ernesto. Creo que cada ser con cual nos " cruzamos" ( como quien busca en santo grial) algo nos trae consigo. Un largo camino de aprendizaje que tenemos. Y sobre la biblia creo tambien que todos somos parte de ella. Alguna vez fuimos judas, Pedro, Pilatos.... Un abrazo
ResponderEliminarNos dejamos llevar por los gestos naturales y allí retenemos nuestra mirada.
ResponderEliminarUna feliz semana.
No, seguro María de Magdala era una mujer sensible, sensual, sabia... una amiga, una cómplice, tal vez una consejera...pero, OH, como encajar una mujer así en una religión tan oscura y machista, pues ya sabemos cómo.
ResponderEliminarCreo que la belleza y la fealdad no es más que el cristal por el que filtra la vida el que observa.
Me parece delicioso y fresco tu relato, Ernesto.
A mi me encanta ver a una mujer amamantar a su hijo es algo muy hermoso y sensual, lleno de plástica que me gustaría fotografíar, pero sé que muchas personas no lo verían como yo.
Un cruce de miradas que "se reconocen" tiene mucho encanto.
Besos, Ernesto,
Ah te dejé una respuesta en el Almacén.
En su sencillez es un gran relato que me encantó. He sido breve, clara y concisa.
ResponderEliminarGracias Ernesto.
Unj abrazo.
Hola, estimado Ernesto!
ResponderEliminarLi y voltei a ler tu descrição, tu relato tentando entender lo k pretendias nos transmitir.
Pensei em Maria Madalena, de imediato, pero creo que tu no estabeleces qualquer comparação. Quieres k nuestra miente fique livre y solta.
Adorei a descrição física y gestual daquela mujer, k estava amamentando su hijo/a. A escena se passou em 2004, creo (aqui, no espaço dos comentários, no podemos ler o texto) na Páscoa y las aparências no nos indicam nada.
Que interessa o que aquela mujer estava hacendo ou esperando? Evidentemente, k nós, como seres imperfeitos hacemos, de imediato, juízos de valor.
La musica de fondo, bela y diferente, perturbou mi comentário, pero mi gustam cosas k me despertem y k no me deixem indiferentes.
Besos y una buena semana.
Hola Ernesto, ahora entiendo el título del relato. No sé mucho de la Biblia, pero para ponerme en situación buscado algo de información al respecto sobre Miriam de Magdala. Los prejuicios o juicios de valor anticipados nos predisponen a veces a no conocer en su esencia a ciertas personas. Nunca debemos ver más allá, es decir, suponer, dar por hecho. Lo que es, es; y lo que no, no. (clarito, clarito).
ResponderEliminarAbrazos
Inciso: donde dije "buscado, quise decir: he buscado".
ResponderEliminargracias.
Preciosa y natural escena.
ResponderEliminarEl amamantar...una maravillosa forma de amor.
Me parece el contacto más cálido y pleno.
De acuerdo con el título de tu post.
Qué bien cuando se opta por escuchar y comprender, y no se juzga y etiqueta.
Un abrazo Ernesto.
Nada peor que los prejuicios!
ResponderEliminarEl corazón es uno y late más fuerte cuando esta lleno del hermoso amor.
Mi cariño para ti, muy hermoso post.
mar
Botticelli plasmó para la eternidad el gesto del más amargo dolor...que nace sólo del amor más verdadero.
ResponderEliminarLas miradas que se cruzan en el camino, algunas...son para siempre:)
Un abrazo, Ernesto
Tienes razón, Moni, el gesto de Miriam encierra ese amor que describes… Pero, he de confesar, que no encuentro esa amargura y dolor. Sé lo que tratas de decir y me consta que muchos apoyarán tus palabras…, y sin embargo me reafirmo en mi apreciación. Hay algo en el rostro y las manos de la Bienamada que trasciende la imagen para comunicar algo muy profundo… que no pertenece a este mundo.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Como siempre profundidad en tus letras, romanticismo y experiencia. Un placer leerte Ernesto. (Gracias por tus palabras sobre mi silencio momentáneo, te diré que estoy ocupada viviendo, quizá de las nuevas vivencias me salga alguna inspiración, pero de momento solo soy testigo de acontecimientos). Mucho cariño y abrazos, aprecio mucho tu amistad virtual y sin embargo tan entrañable.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
ResponderEliminarUN abrazo
Que bello relato, Ernesto. Y es que vivimos en un mundo lleno de prejuicios que se atreven a emponzoñar la belleza más pura.
ResponderEliminarLas miradas tienen un alto poder de comunicación y seducen a veces más que las palabras.
Me ha encantado.
Un abrazo.
Vine a visitarte Ernesto, pero los temas religiosos se me complican. Nunca leí la Biblia, y en una iglesia estoy más perdida que aguja en un pajar. A veces trato de entenderlo, pero luego me digo a mí misma que si a esta altura no lo entiendo, mejor dejar las cosas así.
ResponderEliminar¡Así que te contaré que hace mucho frío! ;)
Besos
Espero estés bien!
Estás bién, Ernesto?
ResponderEliminarBuena semana.
Hola a todos.
ResponderEliminar¡¡¡Problema resuelto!!!
Lo que me impedía ver y acceder a mi blog, pantalla en blanco, era el haber cambiado ayer la música... (No debió quedar bien instalada)
He suprimido el gadget y ya funciona todo!!
Gracias.
Hola Ernesto.
ResponderEliminarYa sabes que vengo de cuando en cuando y ahora me tropiezo con Boticelli, la complicidad de la mirada, la generosidad maternal.
Un abanico que me habla de ti y tu bonhomía.
¿Cómo no abrazarte? Pues eso.
Todo fluye y refluye en el espacio-tiempo.
ResponderEliminarEntre tanros ciclos de vidas y las probabilidades, seguramente que todos hemos participado de los mismos instantes narrados.
Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarOcurre a veces; a mi me ha pasado algunas: encontrarme con alguien por primera vez y tener la sensación de que ya lo has conocido antes, no sabes cuando ni donde, pero reconoces o sus gestos o rasgos o palabras... sabes que es imposible, pero te queda esa sensación extraña.
Bueno, te dejo mis saludos atrasados con un abrazo