Las
campanas de la pequeña iglesia daban la media tarde cuando el
caminante apareció por una de las callejuelas que desembocaban en la
plaza. Las copas de los tilos se tintaban de rojo…, el aroma de
sus flores embargaba el ambiente… La tarde declinaba. Las
golondrinas volaban raudo unas tras otras en bulliciosa algarabía.
La fuente, en el centro del parque, cantaba su melancolía… Los
niños jugaban al corro. Varios bancos de piedra antigua ─si
hablasen… ¡qué dirían!─ estaban ocupados por parejas jóvenes,
grupos de gente mayor y algunas mujeres contando historias que solo a
ellas concernían.
Una
mochila al hombro, ancho sombrero, cayado en su mano izquierda y una
barba de varios días cruzó la plaza en dirección a los soportales
de madera.
─Buenas
tardes ─le dijo la tendera al entrar─, ¿qué desea?
─Póngame
esa barra de pan ─dijo señalando una tras ella ─, y algo de
jamón. Dos yogures de frutas, una botella de agua, y si tiene
manzanas rojas póngame dos o tres…
De
nuevo el tintineo de la puerta señaló que alguien entraba… Una
mujer rubia, pelo ensortijado, mediana estatura, delgada, no llegaría
a los cincuenta, tal vez cuarenta y seis o cuarenta y siete...
Vestida con falda azul y blusa blanca bordada se acercó al
mostrador… Elena, la tendera, la saludó con simpatía.
─Hola
María, enseguida te atiendo…
─Puede
atenderla ahora si quiere, voy a mirar algo más ─dijo el caminante
sonriéndolas─.
Mientras
la mujer de pelo rubio le indicaba a Elena su pedido, éste no dejaba
de mirarla a través de las estanterías en las que fingía buscar
algo… Había un halo de algo profundo en aquella mujer… Como si
el hilo de la vida se mantuviese a la expectativa a su alrededor...,
sin saber que hacer!
Tras
pagar y recoger su bolsa de la compra María abandonó la tienda. No
le buscó con su mirada ni se despidió de él… Pero él supo que
se volverían a ver… Algo dentro de ambos había quedado en
ello…
Mientras
abonaba sus compras preguntó a Elena si sabía de algún sitio para
dormir aquella noche. Ésta le indicó la dirección de una fonda. Y
añadió:
─Si
no hubiese habitación por la afluencia de gente por las fiestas,
vuelve y ya buscaremos algo…
Dándole
las gracias, Fran abandonó la tienda.
Sentado
cerca del palco de la música preparaba sus viandas… Una pelota
llegó rodando hasta él, al levantar la vista vio que una pequeña
rubia y sonriente niña corría tras ella. La paró con su pie y
espero a que la pequeña se acercase… Y entonces la vio, a ella…,
la mujer de la tienda. Sonreía mientras se acerba como disculpándose
por el pequeño incidente. Se levantó cogiendo la pelota y
entregándosela a la niña… Ésta salió corriendo con ella en las
manos en dirección a un grupo que parecía esperarla… Y quedaron
frente a frente!
Sus
miradas decían lo que sus labios no pronunciaban… Se reconocían!
Sus almas habían jugado en tiempos pasados… Los hechos se
perdían en la memoria del tiempo. Ellos sabían que sus manos
se habían entrelazado, fundido en sus cuerpos…, acariciándolos.
Conocían cada centímetro de los mismos… La voz de la pequeña les
sacó del ensueño… ¿Estaban soñando… Cómo era posible
aquello?
─Hoy
es el cumpleaños de Carla, mi hija, cumple ocho años… Hemos
invitado a un grupo de sus amigas a cenar en una cafetería… ¿Puedo
invitarte a ti también?
Al
día siguiente, sábado, y tras afeitarse y vestirse con un vaquero y
camisa nuevos que tuvo que comprar, pasó a recogerla por la farmacia
donde trabajaba. Si
bien caminante, no era un vagabundo… Cuando la empresa donde trabajó
desde joven cerró le dieron la oportunidad de jubilarse a temprana
edad. ¡No se lo pensó!
Sucedía
en Saldaña, año 1.994. María ya no está… Carla tiene
hoy 31 años. Fran 75. Sigue viviendo con ella y su familia.
Una historia mágica, como el amor cuando aparece donde menos se lo espera, y con final casi feliz porque María ya no está, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarJubilarse a temprana edad y caminar los caminos...quién hubiera podido, a quién hubiera encontrado. No, seguro que se habría quedado en casa, porque de la isla no se sale tan fácilmente. Bonito relato Ernesto. Un abrazo.
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ResponderEliminarUna linda historia Ernesto y muy bien narrada. Hay algo en ella, que me hace pensar que es real.
mariarosa
Que bonita sería la vida si hubiera más historis vividas y por vivir con un final feliz, la triste parte es que María ya no esté.
ResponderEliminarUn relato precioso, tan real como la vida misma.
Un buen domingo y un abrazo.
Ambar
Bello relato. Una dulce historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Relato amable, con atmósfera mágica. Bien escrito.
ResponderEliminarBonita historia, la cual te hace inclinar en la magia del amor que se envuelve en las nubes y sale en un momento dado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una descripción preciosa del lugar, yo diría que poética y con alguna rima aunque haya sido sin querer; y al final con ese hilo de conexión que es característica en algunos de tus relatos.
ResponderEliminarMuy bonito el resultado de la historia Ernesto.
Un abrazo y buena semana.
Que bien escribes, tan entretenido.
ResponderEliminarUn abrazo enorme y una linda semana.
mar
Oh, qué bonita historia, muy poética en sus descripciones que envuelve mientras vas leyendo.
ResponderEliminarBesos
Muy bello relato, Ernesto, y muy romántico. Y muy afortunados los protagonistas, tanto por su buen talante, como por la prejubilación, como por poder ser un caminante; quizás María, debería haber estado ...pero bueno...está en el recuerdo, y en su familia:)
ResponderEliminarUn abrazo
Se me pasó este relato,no sé porqué,ya que todos los días reviso las nuevas entradas.
ResponderEliminarPero,aunque sea tarde, aqui te dejo lo que me transmite este texto: Esta historia,de apariencia simple, creo que encierra la profunda verdad de la vida y del amor, casi te diría del acuerdo de las almas de encontrarse en algún momento de la vida, y es asi como se reconocen.
Precioso!
Qué grata experiencia reconocer a alguien de una vida pasada, saber lo que piensa antes de que lo vaya a decir.
ResponderEliminarY en ocasiones esta experiencia va más allá de lo que nos podemos imaginar.
Una entrañable experiencia narrada como solo tú lo sabes hacer.
Un abrazo Ernesto y buen día.
ResponderEliminarTu bonita historia me ha recordado a la peli que vi hace poco en TV: "Abuelo a la fuerza" que me gustó mucho como esta. Un abrazo.
ResponderEliminarMe gusta tu mirada a la vida, siempre tan positiva y creible.
Abrazo de sábado, vecino.
La fantasía de unos sentimientos y la realidad de una fecha con la ausencia de la protagonista,es fácil que surja un buen relato. Este me lo parece.
ResponderEliminar¡Hola! Seguiré poniéndome al día contigo.Me voy a "Cómicos"
¡Abrazos,Ernesto!
He disfrutado este relato Ernesto, muchas gracias.
ResponderEliminarEste personaje es muy de carne y hueso, muy bien representado. Y los que giran a su alrededor también, en consecuencia.
ResponderEliminarChapó!
Abrazo