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Hércules en la encrucijada, de Annibale Carracci (1596). Museo de Capodimonte, Nápoles. Ilustra el mito de la elección de Hércules joven entre el difícil, incómodo, empinado y escarpado camino del conocimiento y el fácil y placentero, pero engañoso y estéril, de la ignorancia. |
Se
le veía casi todas las tardes, antes del anochecer, sentado en la
hierba a la orilla del río tocando con dulzura el caramillo…
Pequeño instrumento musical que, alguien le oyó decir un día, le
había regalado Amenabar, el pastor de las estrellas.
Con
la espalda apoyada en el tronco de la higuera, permanecía hasta que
la oscuridad vestía de negro la verde campiña.
Las
gentes del lugar aseguraban que hasta los búhos y los autillos
guardaban silencio mientras el desconocido no dejase de tocar.
Había
aparecido un día, tras bajarse del autobús, con su mochila al
hombro… Nadie sabía su nombre. Todos le conocían como «el hombre
de ciudad».
Alguien
le preguntó, mientras compraba una barra de pan, que qué hacía por
aquellos lares… A lo que éste respondió:
He
querido aislarme de la cacofonía creada recientemente en la ciudad,
de manera artificial, sobre el “derecho de los padres a
escoger la educación de sus hijos”.
Y
dejaré, antes de volver, que amaine la «fiebre» que tanto revuelo
ha causado en parte de la ciudadanía…
Ciudadanía
que, si algo destaca en ella, es la claridad con que
defienden, apoyan y alaban el derecho de los padres a decidir la
educación de sus hijos.
¿Alguien
ha puesto en duda o riesgo tal derecho? Preguntó una anciana detrás
de él... Volviéndose hacia ella con una sonrisa le dijo: ¡desde
luego que no!