Higos chumbos. |
Si en algún momento llegase a habitar una pequeña casa de planta baja, con algo de huerto/jardín, en algún pueblo pequeño y entrañable, plantaría una higuera, de higos no de brevas. Una booganvilla roja que trepase por la pared orientada al sur. Construiría un pequeño estanque a ras de suelo, apenas dos cuartas de profundidad, en el que nadarían peces rojos y amarillos y, tal vez, una tortuga de tierra, habitante del huerto, se bañase ocasionalmente.
Un murete de piedras viejas, a media altura, rodearía todo el recinto. En él se sentarían a descansar los caminantes que, tras largo paseo por los alrededores del pueblo, puede que hasta el río, regresasen al atardecer.
Quienes hubiesen recogido hongos, castañas en otoño, o meruéndanos rojos y dulces en las orillas del manantial, tal vez nos dejasen un poco de su cosecha… sobre el murete, en un cestillo de mimbre “olvidado” ahí.
En la parte de atrás de la casa, la más alejada, la que daría a los prados, dejaría caer unas hojas de “chumbera”, traídas de Extremadura o Levante. Que tras arraigar en la tierra, se multiplicarían, y en verano darían decenas de higos chumbos. ¡Están riquísimos!
En las tórridas tardes de verano, tras comer, ¡siesta! En los fríos atardeceres del invierno, tras regresar a casa del paseo y los dos “blancos” que me permito desde hace años, uno en la bodega La Rosa y el otro en el bar de Jacinta, encender el fuego bajo en la chimenea de la casa.
El gato blanquinegro que nos acompaña, que un buen día aparecería maullando en la ventana de la cocina, ya la estaría esperando. En ocasiones dormita en mi regazo tras haber cenado nosotros y, sentados en el sofá, adormecernos al calor del fuego y al ronroneo de Mizifuz.
Todo esto y más, si en algún momento llegase a suceder lo descrito…
¡Ay Ernesto! Me has llevado a la casa de uno de mis abuelos tu entrada.
ResponderEliminarLas "divisorias" antaño se hacían con chumberas por aquí, se tenían animales en casa, las sombras nos las proporcionaban las higueras y las parras, se sesteaba bajo ellas, con el perro a los pies y el gato en la falda de la abuela, el búcaro (botijo en finolis), muy cerca. Ella tenía una cocina económica, que supongo sabrás que era una joya...
Todo evoluciona, pero aquellas vivencias formaron parte de mi vida cuando era un comino y me traen buenos y bonitos recuerdos.
Un abrazo.
Sucedió en tu pensamiento y es bonito.
ResponderEliminar:)
Besos.
Es idílico, sin más. Es la paz que necesita el luchador, y el sueño del que guarda esperanzas. A por ello amigo mio. Besos :D
ResponderEliminarSon deseos o tal vez sueños que nos han rondado a muchos en mas de una ocasión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay Ernesto, cómo añoro el patio de parras y las higueras de mi casa paterna! Me gustaban los higos negros más que los blancos, pero hace años que no veo ninguno! Así que con tu permiso voy a robarte algunos de esos para mí desconocidos chumbos, un abrazo!
ResponderEliminarUna pequeña alberca de agua renovada, tampoco vendría mal para mitigar los calores de las mañanas agosteñas.
ResponderEliminarSoñar es gratis, al menos hasta ahora.
Un abrazo.
Un bonito sueño que no es tan difícil de realizar, pero te tendrías que mudar a otro lugar con una temperatura donde se pueda dar ese fruto que creo es de tierras más calientes.
ResponderEliminarSea como sea, la estampa que se puede visionar según se lee, es preciosa.
Un abrazo Ernesto y feliz tarde.
No es un mal deseo. Me apuntaría a platicar al lado de la lumbre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nos has puesto el caramelo en la boca.
ResponderEliminarEs una situación tan sencilla y natural como idílica para quienes habitamos en ciudades. Ojalá pudiéramos tener ese huero, esa higuera, un sol espléndido, ese gato arañando el corazón y esos entregados vecinos saludando al paso tras el muro de piedra. Un maravilloso escrito, amigo.
Fuerte abrazo.
Una visión bucólica y nada irreal.
ResponderEliminarUna vuelta a las cosas simples,al diario contacto con la vida real.
No la que nos cuentan.
Un abrazo.
Pinta muy, pero que muy bien igual que los chumbos de la imagn que me han hecho la boca agua.
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ResponderEliminarLa casa de mis padres era así, higuera, peral, damasco y un níspero, que lindos recuerdos.
mariarosa
Primero pense en la casa de mi abuelo que tenia una higuera y me gustaba verlo trepar para bajar los higos, aunque muchos caian solos de maduros, porque eran cantidades..pero por lo demas.. has escrito un relato de pura ensoñacion, precioso!! Leo y puedo visualizar con claridad esos pasajes, el lugar , los espacios en las distintas estaciones, los sembrados, el recibimiento desde la simpleza a la gente del lugar y a los viajeros, la siesta, el fuego del hogar..Ahora entiendo porque me advertiste algo hoy...jajajja
ResponderEliminarno importa..te lo reconozco por aqui..
Es bellisimo...me saco el sombrero y aplaudo..Besossss
ResponderEliminarUn sueño tan definido está destinado a ser cumplido (si no lo está ya). Creo que podría compartir un sueño así. Al menos hoy, leyéndolo, me trae mucha paz.
Ernesto, espero que estés bien, tú y los tuyos. Aún no encuentro el modo de estar como acostumbraba, pero me resisto a desaparecer (aún tentándome a veces).
Un abrazo enorme
A veces se cumplen los sueños.
ResponderEliminarLa idea es bonita.
Un abrazo.
Pues no sé por qué Ernesto yo te imagino viviendo así, como en tu ensoñación. Creo que ya ha ocurrido.
ResponderEliminarEn la mía, un ático o piso alto, hay un mar enfrente, una gran terraza llena de arbustos y plantas, un gato perezoso entibiandose al sol, un móvil de cañas que tintinea con la brisa de una manera melodiosa...
Un sillón orejero orientado al Este con una pila de libros a cada lado...
...Un gran mesa de madera para trabajar, compartir con los amigos comidas y charlas, para escribir y crear... Mucha luz y silencio.
Un abrazo,
Hola Anónimo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es bello leer entradas así, que no son sólo palabras.
ResponderEliminarHay una parte del texto ya vivida, hay otra a la que me apuntaría...
Lo que sí se desprende, es que "si en algún momento llegase"...tú ya estás preparado:)))
Fuerte abrazo Ernesto y buen día.
No se puede pedir más, me encanta tu ambición, tan natural y hogareña. Un fuerte abrazo, bien grande.
ResponderEliminarA mi me encantaría dejar una cestita con todo lo que encontrase sobre ese murete Ernesto. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te lo había comentado. Supongo que está esperando confirmación.
ResponderEliminarGracias por tu saludo en mi blog.
Un abrazo.
Ese hermoso sueño, siempre puede hacerse realidad, ideal para cualquier estación.
ResponderEliminarMuy bonito tu relato que puede llegar a cumplirse.
Un fuerte abrazo Ernesto.
ResponderEliminarErnesto, las que tenemos pueblo hemos vivido casi todo tu sueño pero quizás no lo valoramos en su momento. Menos los higos chumbos je, je, en León hace demasiado frío para ellos. Pero estoy contigo comí muchos en Canarias y están riquísimos.
Abrazo grande.
Me he sumergido de tu mano en ese huerto/jardín tuyo, y hasta he podio oler la tierra y contemplar la belleza de esa boogamvilla roja que tanto me gusta.
ResponderEliminarY ese rincón de tu casa, con el gato en tu regazo, o maullando en la ventana, me ha parecido precioso.
Lo has descrito tan bien, que me sumo a ese deseo tuyo y esa manera de vivir.
Me suena a que estás a punto de cumplir tu sueño.
Así lo deseo querido Ernesto.
Abrazos
ResponderEliminarUm, Ernesto, que bien lo has imaginado. Un estanque, una higuera, dos perros, un gato, abedules, flores, pájaros... Noches con estrellas, luna, ranas y grillos... Un sueño muy fácil de hacerlo realidad.
Yo lo viví de niña, lo añoré durante años y lo vivo de "mayor". Sí, es fácil de lograr. Y, desde luego, merece la pena.
Un gran abrazo, desde el cerquita.