Eso tan usual en nuestras vidas, ayer más que hoy, desde luego. Me viene al recuerdo mis años de dependiente en unos grandes almacenes de Madrid. Había unas ventanas que daban a los tejados de la vieja ciudad. Estaban más bajos que la planta desde donde los contemplaba… ¡Me encantaba aquella imagen de “antaño”, aquel sabor de hogar bajo aquellas tejas rojas, aquellas autopistas para gatos…
Estaba el señor Don Gato
sentadito en su tejado
marramiau, miau, miau,
sentadito en su tejado.
Ha recibido una carta
por si quiere ser casado
marramiau, miau, miau,
por si quiere ser casado.
Y no digamos las tejas de los múltiples pueblos de Castilla la Vieja, Andalucía la blanca, la celta Galicia, sus hórreos, cuadras, cobertizos, casonas, iglesias, etc.
¡Las tejas!
Donde resguardarse de las inclemencias del tiempo. Bajo ellas, entre sus resquicios anidaban, anidan, sobre todo en los pueblos, gorriones, golondrinas, vencejos y otras aves del campo. Por donde corría la lluvia en los días de aguacero o caía el imperceptible “calabobos”…
¡Las tejas!
Ellas, sencillas, humildes donde las haya, imprescindibles en la formación de aquellas agrupaciones de gentes, pueblos entrañables, en los que hemos vivido, o pasado de largo pero, en muchas ocasiones, dejando huella en lo profundo de nosotros.
¡Las tejas!
Esas que ayer vi echar en falta en todos los “sin techo” que, más que nunca, aposentaron sus reales en las calles de mi ciudad, con la mano extendida pidiendo una ayuda... para comer!
Unos de aquí, otros de allá, unos "trotamundos" indómitos, otros desarraigados de sus entornos habituales, familiares, etc. ... Donde nacieron, crecieron y formaron, tal vez, sus hogares bajo tejas rojas... como las tuyas. Que hoy ya no están sobre sus cabezas!
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¿Podríamos vivir lo que ellos experimentan hoy?... ¿No?
¡Ellos tampoco lo creyeron!
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¡Qué bellos recuerdos de infancia me traen esos tejados! ¡Y qué tristeza me da pensar en las personas que no tienen un techo! Me ha gustado muchísimo tu reflexión. Un saludo.
ResponderEliminar¡Vaya qué poder de observación, Ernesto!
ResponderEliminarAquellos almacenes tendrían pocos clientes,imagino, para que dieras rienda suelta a tus penetrantes miradas hacia el entorno, o tal vez lo hacías a la rápida, con gran poder de análisis.Más bien creo lo último.
Qué hermosa imagen la de esos tejados apiñados, Ernesto, acompañando tu nostalgioso recuerdo, un abrazo!
ResponderEliminarMe gusta leerte escribes desde el alma de tu mente
ResponderEliminar¿En que clase de mundo vivimos, que ni siquiera unas pocas tejas, se le permiten a aquellos que no encontraron un sitio en la vida?
ResponderEliminarUn abrazo.
Me sumergía en el paisaje de tejados que ibas contándonos, recordando las tejas de mi infancia ( amo mirar tejados de cualquier ciudad) y de pronto, me sacaste del ensueño, con esta imagen tan de hoy en día. Los sin techo, los que no tienen siquiera una chapa para poder resguardarse del exterior.
ResponderEliminarUna realidad,lamentable, cotidiana y aparentemente sin solución.
Es un placer leerte.
Un fuerte abrazo!
Me has hecho recordar el pueblo de mis padres, hice miles de fotos a sus tejados. Las buscaré. Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarSí que tienen atractivo los tejados, como las puertas entreabiertas, por la vida que se intuye detrás, el misterio que albergan.
ResponderEliminarUn misterio también la decisión de vivir en la calle.
Gracias por tu texto. Un abrazo Ernesto
Una foto magnífica que te ha dado pie para una entrada en la que además de su descripción permite un lugar a la crítica social haciendo que nos pongamos al lado de aquellas personas que no tienen donde resguardarse y que podríamos ser nosotros en lugar de ellos. La música también ha contribuido a la melancolía que ahora siento.
ResponderEliminarUna preciosa imagen la de los tejados y un bello texto con la nostalgia que te provoca el recuerdo de ellos.
ResponderEliminarsiempre un placer leer tus relatos.
ResponderEliminarNunca sabemos a dónde llegaremos. Y el mundo no tiene un buen pronóstico...
Yo más que de tejas rojas recordé tejados de pizarra, negros, como espejos bajo la lluvia...
Por cierto, ¿Castilla la Vieja? ¿Y Vascongadas? Jajajajaja. Como dirían aquí, vaya caída de carnet. 😉
Qué bueno que hayas regresado
Un abrazo grande
Me ha gustado, a mi me gustan las tejas y si están envejecidas más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hoy apenas podemos contemplar estas tejas tan solo son edificios grandes que nos quitan luz y bonitas vistas, pero son los tiempos.
ResponderEliminarBonito escrito, un feliz fin de semana.
¿Por qué nos atraerá tanto los tejados? Imagino que será porque lo asociamos a lo natural, a la sencillez que es en realidad lo que nuestro interior busca, esa es la felicidad, la paz.
ResponderEliminarEn cuanto a los sintecho el otro día vi una manifestación de ellos donde eran acompañados por voluntarios, me recordó a una procesión que viví en mi Sevilla, un grupo grande de penitentes se agolpaban tras el Paso, caminaban tras él. Iban pidiendo misericordia, pidiendo ayuda, con caras desencajadas por la angustia el semblante que da el dolor... los penitentes, los manifestantes... lo mismo, personas con el mismo gesto, con necesidades, que salen a la calle en busca de ayuda. ¿Y qué hacemos los demás? Eso cada uno que se responda.
Excelente entrada. SAludos.
Hermosa visión la de esas tejas que todos, más o menos, hemos vivido u observado en alguna ocasión. Tejas que todos deberíamos poder tener sobre nuestras cabezas, pero que desgraciadamente no es así, como bien nos recuerdas, Ernesto. Y más aún, ese final que nos brindas: quien puede pensar en ese final de sus vidas, nadie!, pero ocurre, y vaya si ocurre. Ojalá podamos cambiar esta triste realidad.
ResponderEliminarUn abrazo, Ernesto.
Muy buena entrada Ernesto, esa mirada reflexiva sobre humildes tejas que tanto dan. Recuerdo que una vez escuché en un voluntario que ayudaba a personas sin hogar que siempre pensaba en la lluvia como un problema para aquellos a los que cuidaba, que aún tendrían más dificultades para encontrar un lugar seco para dormir.
ResponderEliminarBesos
ResponderEliminarMuy bonito recuerdo y como al pasar después de la bella prosa, nos dejas la presencia de los desamparados del mundo, que por lo que veo y leo, están en todos lados y cada vez más.
Un abrazo.
Ay, ernesto, me ha venido a la mente la imagen de cuando tenía vista... esos tejados... tan naturales y tan propios, que me ha parecido verlos al natural. ¡Qué bonito!
ResponderEliminarSaludos.
Mi querido amigo, tu entrada de hoy me ha gustado doblemente, por la entrada y su significado, y por ese señor don Gato que he terminado cantando en lugar de leyendo, ja ja.
ResponderEliminarEsas tejas que tanto cubren, protegen y guardan.
Una imagen por cierto preciosa.
Besos :D
Así eres tú de simpática Margarita jajajajajaajja...
ResponderEliminarCualquier día la cantamos a dúo y completa!
Fuerte abrazo.
ResponderEliminarHola Ernesto. Yo era un comino, pero recuerdo algunas casitas como las que describes en mi barrio de La Macarena, en otros pueblecitos y en Burgos, de donde era mi abuela...de tu mano me he paseado por mi infancia y he recordado el "sello" de pueblo.
¡Gracias, por tan evocadora y bonita entrada!
Te envio un saco de abrazetes y un ramo de flores de azahares que nos inundan de aromas las plazas y calles sevillanas.
Qué nostalgia y recuerdos!!
ResponderEliminarUn abrazo.
yO TODO LO QUE TU ESCRIBES LO LEO CON MUCHA ATENCIÓN Y DE TODO ME VOY DANDO CUENTA EL CAMINO QUE AL FINAL LLEVA.
ResponderEliminarSiempre feliz de verte entrar por mi casa y mas feliz poder estar leyendo tus mensajes aquí que no olvidamos ...gracias Ernesto POR TU COMENTARIO A LAS ROSAS.
MI GRAN ABRAZO
Hola, Ernesto!
ResponderEliminarQue bela fotografia! Y los gatitos, no vi nenhum (sonrisas).
Telhas, su significado, histórias y tus lembranças.
Abrazo y buena semana.
Siempre me gustó y me gusta mirar los tejados cuando tengo ocasión
ResponderEliminarSon como las estaciones de tren antiguas,tienen algo de encanto,de otros tiempos,de recuerdos y sueños
Y esos indigentes,que deambulan hacia la nada...Cuánto habrán agradecido un tejado donde cubrirse!!
EL que no lo haya pasado,no sabe qué duro es .Yo tampoco
Besucos por esta presentación de los tejados como algo especial,al menos para mí
Me ha entusiasmado
Besucos
Gó
Las tejas acogedoras y las frías calles llenas de gente y de algarabía que no repara en esos otros abandonados a la buena de dios...siempre tan reflexivo y curioso tú, Ernesto. Un abrazo.
ResponderEliminarBonitos recuerdos,
ResponderEliminarme alegra de haber aparecido por aquí por sorpresa.
Un saludo : )
Qué bonito lo has contado, Ernesto.
ResponderEliminarTodavía se pueden ver muchas cubiertas de tejas en Madrid, tejados a dos aguas, aunque cada vez llueva y nieve menos, con sus chimeneas que ahora supongo muchas están conjuradas con las calefacciones de gas y no las de leña o carbón, aunque hay barrios en los que aun se huele a leña en invierno.
Si creo que podamos estar en el lugar de los sin techo, Ernesto, la vida te puede dar un vuelco en segundos, conozco personas que lo han tenido todo y lo han perdido todo, y son reales no de ficción.
Quizá por eso me revientan los indiferentes hacia esas personas, pero todavía más los que les dan una moneda junto a un sermón con moraleja rancia de cómo deben gastarla.
Un abrazo,
Ah, Ernesto, que sepas que he cantado entera la canción del Señor Don Gato...
ResponderEliminar...hasta que al olor de las sardinas el gato a resucitado...
Esa es la parte que más le gusta a mi nieta, que adora a todos los felinos y no podía soportar que el gato enamorado se hubiera muerto.
Un beso,
Que bello homenaje a los tejados. A mí también me llaman poderosamente la atención, por diferentes motivos. Tejados para gatos, para brujas en la noche, para chimeneas humeantes. Tejados son hogares. Lo que nos gustaba de niños dibujar el tejado de la casa!!
ResponderEliminarMe encantado este curioso y romántico "post".
Un beso, Ernesto
Muy bonito has expresado ese sentimiento en el recuerdo con la belleza de tu pluma, y por cierto... humano, sobre todo lo que se refiere a los sin techo.
ResponderEliminarMuy hermoso Ernesto.
Un abrazo.
Las tejas de los techos...Son maravillosas marcan un ciclo de años de durabilidad. Dan a la ciudad una fisonomía griega o francesa ..quizás americana...Me has llevado de tu mano en este texto
ResponderEliminarQuerido Ernesto...vine a verte ,no te vi por mi blog ,necesito como siempre que me ayudes...
ResponderEliminarCon todo mi cariño
Abrazos
Ay, que bonitos recuerdos sobre las tejas. Un relato poético el tuyo, Ernesto. Las tejas, que guardan secretos de esas casas que cobijan. Las tejas, refugio de los más desfavorecidos y hasta de los desvalidos pajarillos.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Abrazos.
Ah, y esos gatos saltando por los tejados...
ResponderEliminarA mi Leticia seguro la encantaría...
Las tejas son el cielo, allí anidan los pájaros y en ciertos lugares se forma una pátina verde que esconde un bosque. Las tejas me anclan en un lugar remoto, allende del tiempo, donde huele siempre a pan y el agua corre entre riachuelos de plata y sombras.
ResponderEliminarSaludos, Ricardo.
Aún me sigo riendo por lo que has comentado en un blog de una amiga en común que habla de
ResponderEliminarLas almas viejas...
Tu sentido del humor en todo lo que tocas es increible Abrazos y besos
Me gustan los tejados, sobre todo los de esos antiguos pueblos castellanos con sus tejas centenarias.
ResponderEliminarEs una pena que haya tanta riqueza en manos de unos cuantos y otros tengan que dormir en la calle, he comentado algunas veces que amasar grandes fortunas debería ser delito.
Abrazos.
Con todo mi cariño .no te olvido
ResponderEliminarabrazos
Marina
Gracias Ernesto por tu compañía ,me alegro mucho verte , siempre eres tu ...Abrazos
ResponderEliminarMe encantan las tejas. Vivo bajo ellas y tengo la impresión de que hacen la vivienda mas hogar... Cosas tontas mias.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo cercano.
Unas tejas muy ilustradas y a la vez llenas de palabras, de las tuyas, me encanta lo que trasmiten. Vengo de paso por aquí y con tu permiso me quedo.
ResponderEliminarUn abrazo!!