Me preguntaba una amiga que si seguía oyendo cantar a los pájaros por las mañanas. Y la verdad es que no. Cierto que no se oyen tantos en la calle donde vivo actualmente, en el pueblo vecino, a diferencia del valle donde vivía. Y le decía que si bien estos no, había empezado a oír por las noches el ulular de una lechuza entre los árboles del jardín del vecino palacio.
Elorrio es un pequeño pueblo donde abundan los caserones antiguos, casas señoriales blasonadas, palacetes venidos a menos y algún palacio que otro dedicado a residencias de minusválidos u hotel. ¡De aquellos tiempos antiguos!
Hoy no canta la lechuza. ¿La lluvia caída ayer? Lo ignoro. En el año y medio que llevamos viviendo aquí es la primera vez que la oigo.
Le comentaba a mi amiga que, tal vez, el incipiente otoño hiciese guardar silencio a unos y ulular a otros.
Y por otoño, el grato y acogedor otoño, sinónimo de recogimiento sosegado, trabajos hechos, cosechas a buen recaudo, despensas llenas que garantizaban el sustento de todo el invierno, hasta la nueva primavera, y más, ese otoño hay que entenderlo hoy como un tramo del camino… ¡No todo el camino! Solo un tramo, un trecho, un recorrido.
Y de estos tramos, “otoños” vividos, ya llevamos algunos, algunos de nosotros. (¿Se os ha ido el recuerdo hacia atrás, tal vez de cuando niños niñas. De cuando vuestras madres os arropaban con una sonrisa. La alegría del despertar, los juegos infantiles, la familia, el hogar, los amigos…, aquellos entrañables abuelos?)
Por tramos hay que entender espacios de vida distintos entre otros espacios. Cinco años, dieciocho, veintinueve, cuarenta y ocho, sesenta y cinco, etc. Cada tramo, cada espacio sus vivencias, sus experiencias, aciertos y errores, lecciones aprendidas y por ello trascendidas, ¡no volverán jamás! Las que no, como los cursos en los estudios, ¡repetir! Solo que en esto del vivir, ¡repetir una y otra vez!
¡Una y otra vez! Y si no fuese suficiente con tu vida actual, ¡repetirás en la/las siguientes!
─¿Y todo esto lo ha extraído del canto de una lechuza?
─Bueno, digamos que ha ayudado a ello…
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Justo estaba buscando imagen para esta entrada, cuando la oigo de nuevo... ¿Se habrá sentido aludida. (Éstas y otras cosas, simples ocurren. Que no sepamos verlas, solo retrasa el camino.)
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Ahí están, pero saben que es peligroso hacerse notar mucho.
ResponderEliminarLoa ños van cayendo con independencia de en cuantos tramos les pongamos la etiqueta. Pero son hermosos los tramos y los recuerdos.
Un abrazo.
Hola mi querido amigo. Cada edad tiene sus vivencias, pues si. Y también su intensidad. Pero que bonito recordar momentos especiales y que durante un instante vuelvan.
ResponderEliminarAhora toca ser conscientes de los actuales, como esa lechuza que te visita.
Besos 😘😘
Oigo pocas lechuzas, pero !ay si te hablara de tramos!.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Muchas veces me pregunto cómo hice tantas cosas en tan poco tiempo! Y es que los años vividos se van como el viento, no escucho lechuzas, sí a los pájaros en su canto mañanero y a las chicharras cuando va a llover, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarLas de cosas que pueden surgir de una simple charla entre amigos...😏
ResponderEliminarYo la escucho sobre todo de noche, que es “su momento”... a veces parece uno de esos radares marítimos... me gustan las lechuzas.
Aquí también parece haber llegado el otoño... una estación con encanto; el bosque, las montañas toman unos colores increíbles... si supiera pintar... pero no sé, así que sólo me disfruto el espectáculo.
Un beso y buen fin de semana.
Sabes tengo un dicho"viviendo y aprendiendo",gracias por la visita me quedo por aquí,saludos.
ResponderEliminarOh, en esta etapa de mi vida,escuché pájaros en la ciudad,durante la cuarentena, solo se oían ellos,ni coches,ni aviones,ni máquinas...solo pájaros. Recuerdo el momento exacto en que desde el silencio de mi cuarto los escuché.
ResponderEliminarY claro,si viajo hacia atrás, los pájaros de la niñez, eran muchos, había árboles,jardines,espacios donde ellos campaban a sus anchas.
Siempre viví en ciudad grande, pero en ese tramo de mi vida aún no había irrumpido tanta tecnología que los silenció para siempre.
Un abrazo.
Oigo pajaritos, mirlos y palomas cada mañana, ese es mi despertar. ¿Tú crees que repetiremos vida si no aprendemos en esta? Yo no estoy tan segura, además, si no me entero de que estoy viviendo la segunda o tercera o décima...¿De qué me serviría? Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarTodos los ramos dela vida son interesantes t llenos de recuerdos.
ResponderEliminarEsos
ResponderEliminarPor aquí nunca oí a la lechuza,
solo pajaritos, que bonita fotografiá
pusiste de ella, me gusta, tiene una
cara especial.
Besitos dulces
Siby
Éstas y otras cosas, simples ocurren"...
ResponderEliminarEstoy cada día más segura de que hay que escuchar a la vida y prestarle atención.
Hace falta estar bien despierto y saber interpretar sus señales.
Si aprendemos y vivimos esto, la vida se hará más equilibrada y armoniosa. En las pequeñas cosas a veces se esconden mensajes, señales que pueden mostrarnos el camino por donde avanzar en la vida.
Un abrazo bien fuerte Ernesto y feliz día.
PD. Estaba escribiendo este comentario y ví tu última entrada. Sirva éste de despedida y agradecimiento por haberme podido expresar este querido blog.
en
ResponderEliminarQuerido Ernesto, recién vuelvo y me encuentro tu último post. A mi me gusta escribirte comentarios pero entiendo a lo que te refieres. Un saludo y seguiré leyéndote.
ResponderEliminaraqui la cuarentena ayudo a que se escuchen los pájaros como nunca..y la visibilidad a lo lejos haya aumentado de manera considerable...o sea.. algunas cosas son bonitas..o por lo menos lo relacionado a la naturaleza...Por ejemplo en el puerto de nuestra ciudad los lobos marinos subieron a los techos de los autos y se apoderaron de las calles del lugar..Todo muy loco...y muy necesario para reivindicar algunas cosas...como esos recuerdos que menciona...cosas que se guardan por siempre... Saludos
ResponderEliminarHola Ernesto! Creo que cambiarás de idea en algún tiempo, lo poco que te conozco hace que vea tu impulsividad, parecen arranques arianos, aunque no creo que seas de mi signo, jajaja, ojalá podamos seguir divagando por acá, un abrazo!
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ResponderEliminarMe encantaría poder escuchar una lechuza. Lo hice una vez y fue especial. Claro que las circunstancias también lo eran.
Ciclos, etapas, tramos... el caso es vivir como mejor lo consideramos en cada momento. Si nos equivocamos ya lo sabremos, pero lo hacemos con la mejor intención. Con eso, por ahora, me conformo.
Un abrazo grande
Yo siempre he sido de ciudad así que me despiertan en todo caso el ruido de los coches y en cuanto a mis despertares siempre han sido muy muy malos. Incluso de bien jovencita. Eso sí, en una ocasión estuve en un pueblo donde despertaba un gallo. Aquello era distinto. Cómo me encantaría que me despertara un gallo al amanecer...
ResponderEliminarSAludos.
Todos tenemos recuerdos entrañables, algunos pasajes más alegres que otros, pero todos son importantes porque pertenecen al libro de nuestras vidas. ¡La niñez que época más bonita! Época de ilusiones, esperanzas e inocencia, porque no hay nadie que no haya creído que las estrellas nos cuidaban desde lejos y que todo el mundo cabía en un pañuelo. Sí, escucho a los pájaros en las mañanas, pero lechuzas por acá no se ven. ¡Un abrazo grande!
ResponderEliminarPor desgracia,los urbanitas estamos prácticamente privados de esa maravilla de la naturaleza que es el canto de los pájaros.Yo tuve la suerte de crecer en un pueblo y tengo muy buenos recuerdos de esos trinos y cantos varios.
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