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Berthe Morisot. Campos de trigo en Genevaville. 1875. |
Las vicisitudes pueden ser “prósperas” o “adversas”. Cada quien sabrá dónde situar las que surgen en sus vidas.
Las primeras, no requieren mucho análisis. Se reconocen al momento, se valoran y se viven. Ya las segundas conllevan algo más de atención… ¡O deberían! Pues algo que en principio puede parecer incómodo, o negativo, pueden suponer una reflexión de las mismas…
Un comentario mío al de Mariarrosa esta mañana, dice ella: “No cabe amargarse por lo que no se puede arreglar…”, me ha dado pie a lo que sigue.
“Cierto Mariarrosa. No cabe amargarse por lo que no se puede arreglar...
¡Pero
sí cabe "trabajar a nivel espiritual", previamente, para que
la vida fluya de manera más natural.
Ya
que muchas de las «vicisitudes»
que aquejan a la persona, están "motivadas" por ella
misma. ¡En pensamientos, inadecuados.
Sentimientos, inadecuados.
Acciones, inadecuadas!
¡¡Y
entremedias,expresiones verbales inadecuadas!!
Dichas
coloquialmente, por hacer un comentario banal, unas risas en un grupo
de gente, etc, etc.
O,
simplemente, por afirmar, y ¡reafirmarse!, estar viviendo una
situación incómoda, dura, o traumática.
Se
vive esa situación, no cabe negarla. ¡¡Pero no se debe estar
reafirmándola a cada momento. Y menos de palabra a la menor
ocasión!!”
¡Lo
que sí cabe es "trabajar a nivel espiritual" para que la
Vida, que siempre «oye», mitigue, o resuelva, la situación!