martes, 4 de febrero de 2025

Alai, el "ciego" de Tormes.

 


El sol que luce hoy en el valle y vivifica toda vida que se manifiesta en él, me recuerda al de los pueblos de Castilla La Vieja donde viví años ha, entre otras partes del país.

De esa combinación de azul arriba y el dorado de las espigas en los campos por segar, guardo grato recuerdo. También de aquel verano del 64 en que, terminados mis estudios, pasé las vacaciones en el pequeño, entonces, y entrañable pueblo a orillas del río Tormes.

Río donde me bañaba para quitarme todas las briznas de paja que se me habían adherido al cuerpo, tras bajarme del trillo, esa plataforma de madera tirada por mulas o bueyes con la que, vueltas tras vueltas interminables sobre las espigas esparcidas en las eras se desprendía el grano de la paja.

Río en el que "Alai", el pastor alemán de la finca de labradores, se quedó ciego años atrás, me acompañaba al agua sin dudar siguiendo mi voz.

60 años después sigo considerando la vida grata.

─ Suerte que tiene usted al poder expresarse así en un mundo tan convulso como éste en la actualidad.

─ ¡Lo que usted llama "suerte", no existe! Cierto que hay situaciones diferentes que diferentes personas tienen que enfrentar. En un colegio, en un curso concreto, todos los alumnos lo inician con el mismo objetivo... ¡Pero no todos lo experimentarán igual! Y tampoco todos lo superarán. ¡Y algunos tendrán que repetir el curso!

¡Tal cual la vida de cada uno, en esta ola de vida que han decidido experimentar!

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