Esta noche, lejana aún la madrugada, a eso de las cinco menos cuarto, el mirlo empezó a contar parte de su historia... En el silencio de esas horas el eco repetía, en la solitaria calle, la esencia de su letanía.
El río fluía lento a su paso por el parque. La condición humana dormía. A esas horas tempranas es la naturaleza quién marca la vida.
Luego, más tarde ya, dentro y fuera de la mente, será el mundo, y sus redobles de tambor, el ruido permanente...
Vuelve el silencio a mi calle. La campana de la iglesia aún dormita.
Y el té ya está en tu mano -el humo lo delata-
ResponderEliminarCierto, amiga Maia.
EliminarVoy con la segunda de las tres que suelo tomar a estas horas.
¿Gusta la joven?
Abrazo.
Por supuesto, gracias, Ernesto
EliminarAbrazo
Aquí tambien tenemos, en plena ciudad, algunos mirlos que cantan al nuevo amanecer...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Ildefonso.
EliminarCantan. Pero sobre todo cuentan el ritmo natural de la vida.
Quienes son capaces de escucharles, ven sus vidas simplificadas!
Buen día y un abrazo, amigo.
A veces se despliega la magia y nos conectamos a la vida en su forma más natural y gratificante. Ocurre a menudo antes del amanecer y luego, como dices, el influjo de todo tipo de acontecimientos pueden hacer que esa realidad de horas antes pueda parecer un espejismo. Atesorar esas sensaciones es una forma de defensa que siempre viene bien, gracias por recordárnoslo.
ResponderEliminarUn abrazo y buen comienzo de semana.
Hola Ana.
ResponderEliminarPara conocer la vida más natural y gratificante, quién mejor que tú, entre otros, peregrina de Santiago... durante dos semanas!
La semana ha empezado muy bien. Muy natural. Libre de "pajas" ajenas.
Abrazos.