Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara. |
Desde
la ventana de la cafetería en la que había quedado con sus amigas
les vio pasar… Andaban con precaución para no resbalar sobre el
piso nevado. Sus mochilas a la espalda y algunas bolsas en la mano
les identificaban como vagabundos. Viejas pellizas raídas les
cubrían y sendos sombreros evitaban que la nieve que caía copiosa
blanqueara sus cabezas. Se dirigieron hacia los soportales de la
plaza y les perdió de vista.
Hora
y media después y tras recogerla su marido eran ellos quienes, al
amparo de los soportales, se dirigían a su casa. Y volvió a verles.
Esta vez con las mochilas en el suelo, él sentado en uno de los
bancos de madera mientras ella, con su sombrero vuelto, lo extendía
a las pocas personas que a esa hora transitaban por allí. Le comentó
algo a su marido y ambos cruzaron la plaza en su dirección. Según
se acercaban pudieron comprobar que ella parecía algo mayor que él.
Dos billetes de 50€ fueron depositados en el sombreo. Mientras el
marido dirigiéndose al hombre que se había levantado le dijo.
─Aquí
detrás, dos calles más abajo, encontraréis el Montañés,
restaurante, dirigiros a él y cenad lo que queráis. Ahora mismo les
aviso que vais. Y en frente, en el hostal del mismo nombre, tendréis
reservada habitación. Está todo pagado. No tenéis de qué
preocuparos.
Al
día siguiente y mientras desayunaban, la pareja fue advertida de que
el matrimonio que les había ayudado les invitaban a comer. Una
sencilla sala adornada con motivos navideños y una chimenea
encendida con gruesos leños de encina roja les acogía en el
convento de Santa Clara. Unas 40 personas, entre sentadas y en
corrillos charlando, conformaban ese grupo en el que tantos
quisiésemos estar en muchos momentos de nuestras vidas. Momentos de
soledad, aparente desamparo, silencios, impuestos a nuestro pesar,
desencuentros familiares… Hasta con uno mismo en ocasiones. Y sin
embargo es la vida!
Al
entrar fueron recibidos en primer lugar por algunas monjas que,
sonriéndoles y con los brazos abiertos, se dirigieron a ellos
abrazándoles cálidamente… Lo que provocó que la pareja estallase
en sollozos… Motivando que otras personas se sumasen a la
bienvenida estrechándoles en abrazos o tendiendo sus manos. Poco
después y sentados con el matrimonio que les había acogido
relataban brevemente su historia.
Ella,
circunstancias de la vida, !impensables!, hasta que se hicieron
presentes…, llevaba unos meses viviendo en la calle. Él, algún
tiempo más. Un fuerte desencuentro familiar la había, o se había
ella misma, arrojado a la calle. Él, inmerso también en
alejamientos familiares, orgullos, incomprensión, intolerancias
mutuas, sumado a la pérdida de su empleo, ocasionó el desarraigo
actual. Ella, 62 años, viuda desde hacía tiempo, sola, empezaba a
acusar cierta pérdida de memoria. Y esto era lo que le había
motivado a él a acompañarla en el viaje emprendido hacía el norte…
Donde esperaba encontrar sus raíces, su hogar de infancia, sus
gentes, en la aldea que la vio nacer.
Dos
días más tarde emprendían viaje junto al matrimonio en dirección
a ese hipotético lugar de su memoria…, que ya se percibía que
podría no estar más que en sus recuerdos. Una conversación del
matrimonio con la superiora había acordado que si nada había en las
tierras celtas que la retuviese quedaría acogida en el convento.
Él,
trabajando ya en el pueblo que les recibió, la visitaba casi todos
los días…
Una
historia real de tiempo atrás...
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Si
es que el tiempo tuviese principio y final…
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Una historia distinta, la vida, los misterios y las causalidades.
ResponderEliminarUn abrazo para ti y un inicio bello de año.
mar
ahh! qué historia más bonita! realmente captas esas "pequeñas" cosas que a veces pasan desapercibidas,llevadas por delante por la vorágine de la vida.
ResponderEliminarFeliz día de reyes!
Una historia realmente hermosa, Ernesto, que hace renacer la fe en las personas, en esa palabra tan empleada de humanidad. Cualquiera de nosotros podemos encontrarnos sin saber ni como en esa misma situación que a priori pensamos que sería imposible.
ResponderEliminarVemos pobreza, abandono, .... y nos apartamos, cruzamos de acera, y a veces con un simple gesto y detalle podríamos hacer tanto.
Espero que hayas pasado un hermoso día.
Un abrazo!
ResponderEliminarHermosa historia de vida. La realidad , a veces supera a la imaginación. Si hubieras escrito un cuento de Navidad para exponer el amor solidario, no hubiera sido tan perfecto.
mariarosa
Una bella historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una bella historia, Ernesto. No sabemos nunca lo que la vida nos deparará, es bueno ayudar y encontrar ayuda en el camino
ResponderEliminarUn abrazo
Una historia navideña real, de las que no surgen corrientemente, pero siempre hay que tener fe y confiar que hay solidaridad en el mundo y buenas personas para echarte una mano.
ResponderEliminarUn feliz día de Reyes.
Emocionante historia, que demuestra que este mundo está lleno de gente buena, si no fuera así, habríamos desaparecido como especie hace mucho tiempo. Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarUna historia de amor y solidaridad, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminar
ResponderEliminarSiempre didácticas y ejemplares tus historias. Rayitos de luz que iluminan y alegran este caminar por la vida.
Paz y amor, Ernesto
La semana pasada, en mi calle, murieron 2 personas. Sí, no llegaron al año próximo.
ResponderEliminarEntonces escuché día tras día, muchísimas campanas. ¿Y pensé cómo sería vivir en un monasterio? Investigué y pregunté, pero al parecer las campanas no son manuales. Me defraudó muchísimo.
Sin embargo, a pesar que sea el mismo tema, tú no me has defraudado.
SALUDOS.
¡Feliz año 2017!
Toda la vida es una vía llena de sorpresas y aprendizaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es ésta existencia, da, y quita, y sí, las casualidades existen, solo hay que estar en el momento preciso.
ResponderEliminarUn relato muy hermoso, querido.
Sigo pensando que hay gente con buen hacer, personas maravillosas que merecen la pena.
Muxu haundia zuretzako, Ernesto. :)
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una historia que demuestra al fin
que nunca estamos solos
que sea la causalidad o no
a nuestra vera hay quien o quienes
nos llevan de la mano...
hay esperanza.
Esto no es casualidad, sino sincronicidad, uno de los aspectos más enigmáticos y sorprendentes de este universo. A veces existe una atracción que acaba creando circunstancias coincidentes, teniendo un valor específico para las personas que la viven, coincidencia que parecía tan improbable que nos resulta mágica, como si existieran conexiones entre sucesos, y personas.
ResponderEliminarErnesto, un abrazo.
Es un precioso relato...
ResponderEliminarVengo para desearte una semana feliz .
Abrazos amigo.
Una historia conmovedora de solidaridad, generosidad y empatía, Ernesto.
ResponderEliminarTodos en algún momento podemos estar al otro lado. Vivir desarraigado y en la calle tiene que ser muy duro. Parece que lo que más les afecta a estas personas es la indiferencia, y esa invisibilidad que sienten, sobre todo en las grandes ciudades.
Ojalá muchas de esas historias que intuimos detrás de las personas que nos encontramos pidiendo unas monedas tuvieran este hermoso final.
Un abrazo,
Una bella historia sin ninguna duda, como si fuera un cuento de Navidad, y escrito con la destreza de tu pluma.
ResponderEliminarUn abrazo Ernesto.
Entrañable relato hecho realidad.
ResponderEliminarVivimos tan deprisa, que a veces no somos conscientes de tanto como la vida nos regala cada instante.
En ocasiones, como en esta que nos relatas, parece que se manifiesta con más claridad. Pero siempre y a todos, lo mejor de la vida se nos da gratis.
Un fuerte abrazo Ernesto.
Hermosa historia donde la humanidad con sus cosas buenas, que las tiene, es a la postre, la mejor protagonista.
ResponderEliminarAy si supiésemos calzarnos los zapatos de otros, cuánto cambiaríamos!
Me encantan los finales felices.
Un abrazo.
Un relato lleno de empatía y generosidad...Fabuloso, Ernesto!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo:)
Un relato donde la solidaridad y el afán de ayudar al prójimo brilla como el sol.Ojalá actuáramos todos así con los que lo necesitan.
ResponderEliminarSaludos.
El mundo está llena de esas estupendas historias llenas de magia y milagros y que bueno que sea así...
ResponderEliminarLuz&Vida
Isaac
Buenos días Ernesto ....
ResponderEliminargracias por tu comentario ...que pases feliz fin de semana...Abrazos
Es como un cuento de Navidad, pero real. Por desgracia estamos viviendo tiempos en los que abundan historias como esta, pero alivia pensar que quedan personas comprometidas con las necesidades ajenas.
ResponderEliminarMuy emotivo, Ernesto.
Abrazos.
La vida está llena de "cuentos de navidad" que surgen más allá del tiempo y de los finales y principios.
ResponderEliminarMe gusta tu hermosa forma de contar esta historia, que ya es un poco mía también, y que por ello, se queda anclada en mi sonrisa.
Un besito mi querido Ernesto.