Los ladridos de los perros le sacaron de la ensoñación en que el sol de media tarde lo había sumido. Retirando la manta que le cubría se levantó del sofá acercándose al ventanal. Una silueta vestida de azul y negro y con un gorro blanco coronado por un pon-pon rojo subía lentamente por el camino nevado hacia la casa. No distinguía quien pudiera ser… Salió afuera y mandando callar a los perros se dirigió hacía la verja que rodeaba la casa. Abrió la puerta y esperó que se aproximase…
Levantando
la vista del suelo, quien se acercaba le saludó con la mano…
─¡Hola Juan!…
─Hola
María… ¿Qué haces por estos caminos de Dios con la que ha caído
esta noche? ¡Ven, vamos adentro!…
Dejando
en el hall las prendas de abrigo, una mochila de cintura y
las botas mojadas, pasaron al salón. Los gruesos troncos que ardían
en la chimenea daban a la estancia esa sensación de hogar acogedor.
Juan la invitó a sentarse junto al fuego.
─¿Tomaremos
café?, ─preguntó Juan─.
─¿Podría
ser un chocolate?, ─dijo María riendo─. No es que esté de
antojo pero…, he traído unos picatostes que yo misma hice esta
mañana y me gustaría que los tomásemos con chocolate. ─Estas
palabras, inocentes donde las haya, trajeron «cola» y risas más
tarde─.
─Claro
María, además me sale muy bueno…
Sentados
a la mesa, y ya con colores en las mejillas María por el esfuerzo de
la caminata y el calor, dieron buena cuenta de la merienda. Algo se
tejía en el ambiente. Ambos eran conscientes… Algunas miradas
fueron desviadas… Principalmente María.
─Y
qué haces tú por aquí, y a estas horas… No tardará en
anochecer…, ─preguntó Juan─.
─Bueno…,
contestó María ruborizándose más si cabe sobre el color de sus
mejillas. Como tú bien dices, así te he oído muchas veces, el
tiempo no sólo es irrelevante sino que ni tan siquiera es «real»…
Así que qué importancia tiene si anochece o no…
jajjajajaajjajaja… ─no pudo evitar la carcajada incitándole a Juan
a lo mismo─.
─...Había
pensado que no te importaría, si se hacía tarde, que pasase aquí
la noche…
─Claro
María…, estás en tu casa. Y yo encantado.
Acompañados
por los perros dieron un largo paseo por los alrededores dejando
grano y pan rayado en ciertos lugares que Juan tenía preparados para
las aves pequeñas. Anochecido ya, pues se entretuvieron en localizar
a una familia de autillos que vivían cerca de la casa, entraban de
nuevo en ésta. Entre los dos prepararon la cena… Una botella de
champán fue descorchada.
Sentados
uno en un butacón de cuero viejo y la otra en el sofá guardaron
silencio mientras la música llenaba la estancia…
─Bueno,
─dijo María sonriendo─, ha llegado la hora de las confesiones…
¿Sabes por qué estoy aquí?...
─No
voy a negar, María, que me hago una idea...
─¿Me
vas a hacer hablar a mí primero? ─dijo ésta sonriendo─.
─¡Pues
va a ser que sí!… jajajajajjajaja…
Avatares
de la vida los habían situado en cierta soledad al paso de los años.
Contaban ambos alrededor de los sesenta. Se conocían desde siempre…
Ella, regentaba la herboristería en Pola de Laviana. Él, habiendo trabajado en
algunas empresas de los alrededores, se había jubilado hacía algo
más de un año. Juan tenía dos hijos que no vivían en la zona.
─Sé
que nos hemos mirado desde hace tiempo con cierto lenguaje, Juan…
Lo sé y lo sabes… Y sabes que lo sé. Te he visto sonreír
volviendo la cara cuando te he pillado. Y lo mismo tú, haciéndome
sonrojar a estas alturas de nuestras vidas… Creo, sé, que no somos
indiferentes uno para el otro… Y me consta que en más de una
ocasión te has planteado el futuro… Yo no lo niego! Me resultas
atractivo y muy cercano… Y no voy a negar que me he sentido
halagada muchas veces cuando te he visto mirarme.
─¿Me
estás pidiendo noviazgo?, ─dijo Juan riendo haciendo que ella
estallase en carcajadas─.
─¡No
seas tonto…, ya sabes de qué hablo.
A
la mañana siguiente y tras el desayuno volvieron a salir con los
perros, esta vez en dirección al pueblo. Habían decidido que como
cada sábado quedaban al mediodía con los amigos, sería una bonita
oportunidad para dar a conocer su situación.
La
comida, a la que fueron invitados por todo el grupo, selló un
momento fundamental en sus vidas. Felicitaciones y «así se hace»
fueron una constante aquel día. Al día siguiente el evento fue
comentado en la misa del domingo por su amigo el párroco del pueblo.
Y añadió…
─Me consta que hay más personas en situación semejante… y no deberíais dejar pasar el tiempo!
─Me consta que hay más personas en situación semejante… y no deberíais dejar pasar el tiempo!
Precioso , Ernesto
ResponderEliminarUn abrazo
Una hermosa historia del comienzo de un amor, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarCierto. A propósito, acabo de leer un librito de pocas página que se titula "Nosotros en la noche" de Kent Haruf, se trata precisamente de una viuda a la que no le gusta dormir sola, así que se va un buen día y le propone a su vecino también viudo, si le haría el favor de dormir con ella. Me ha encantado por lo auténtico, por la valentía de esa mujer de setenta años que se atreve a proponer a este hombre tímido semejante cosa. Y es que es verdad que entre que nos decidimos a tomar una iniciativa, la que sea, pasa un tiempo preciosos del que podríamos haber disfrutado, pero, seguramente, como Ernesto tú sabes, la ocasión surge cuando tiene que surgir, ni antes, ni después. Abrazo.
ResponderEliminarQue no deje pasar el tiempo...uhmmm...voy a pensarlo...
ResponderEliminarMe lo apunto!!!
Y tú, dejas pasar tu tiempo? :-)
No hay edad ni tiempo para el amor, (eso dicen).
Muxus, Ernesto, bihotza.
No hay que dejar pasar el tiempo y aprovechar la ocasión para revelar los sentimientos.
ResponderEliminarPrecioso escrito, un abrazo.
ResponderEliminarQué bello, natural y sencillo relato.
Cosa de dos, está claro.
Un abrazo Ernesto.
Un texto que me ha gustado mucho Ernesto y eso que desde el principio, (y tambien ayudada por el titulo) imaginaba el final. Y creo que es así, a veces dejamos pasar el tiempo esperando que el otro de el paso que queremos dar...y quien sabe cuanto tiempo es el que nos queda.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Una romántica y bonita historia para quien tenga ganas de compartir, y parece que los dos ya lo tenían en mente dado el conocimiento que se tenían de siempre.
ResponderEliminarMuy bonito contado Ernesto.
Un placer y un abrazo.
Romántico y muy lindo relato.
ResponderEliminarNunca es tarde.
Un abrazo. Feliz semana.
Dejar pasar el tiempo puede llegar a ser agotador, demasiado.
ResponderEliminarA veces dejar pasar ese tiempo es la mejor solución.
Sólo el equilibrio bien madurado nos hará libres.
Gracias Ernesto.
Un Abrazo.
Y a pesar de que el tiempo es relativo... no hay que dejarlo pasar, pasas tú primero, te invitas a chocolate con pan frito y a dormir... ¿por qué no?.
ResponderEliminarLuego sales a la calle y vuelves a salir primero, paseas en la nieve, con el frío y con los perros, y con el calor en el corazón y la impaciencia propia de quien se olvidó de la edad, porque ya no le condiciona.
Es una historia preciosa, cálida y llena de sonrisas y carcajadas.
Viniendo de ti no me sorprende y hasta te agradezco este relato, porque a los impacientes nos deja de maravilla.
Un besazo ENORME!!!
ResponderEliminarMuy bonita historia. Admiro la valentía de María al avanzar y ser sincera. Me gustó.
mariarosa
Es bonito, no se debería dejar pasar el tiempo y desperdiciar estas oportunidades de estar bien, no importa la edad solo no desperdiciar la vida y las oportunidades que esta nos da.
ResponderEliminarUn saludo
Es cierto, no debemos dejar pasar el tiempo, especialmente el de los milagros...
ResponderEliminarLuz&Alegría, hermano
Isaac
Ernesto, una preciosa historia de las que hay muchas y la falta de valentía muchos por el qué dirán hace que ninguno de el paso. Y ya sabes la vida es un segundo en las cuerdas de un reloj y hay que vivirla.
ResponderEliminarMe ha encantado por su sencillez y es tan real.
Un fuerte abrazo
MUY BIEN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminaral pan pan y al vino vino.
Sinceros y ahora unidos.
mar
Hola a todos.
ResponderEliminarUn imprevisto viaje de varios días y sin conexión a la red me ha impedido acceder al blog y a vuestros comentarios. Ya en casa os leído. Pero es tarde y será mañana cuando vayamos hablando...
Un fuerte abrazo, amig@s
ResponderEliminarHermoso. Natural y sincero, como debe ser. Y hasta puede servir de ejemplo, por qué no?...
Abrazo en la cercanía.
Esa es en parte la intención, Soco... Romper "vergüenzas" y allanar caminos jajjaajaja...
ResponderEliminar¡Hay tanto al otro lado de las creencias y las limitaciones que nos atenazan!
Abrazos.
Bello texto lleno de verdad...Nunca se debe dejar "pasar el tiempo";)
ResponderEliminarUn abrazo Ernesto
Es cierto que el amor no tiene edad. Y no hay nada más natural que dos personas solas que se cruzan miradas y saben que se gustan, e intuyen que pueden estar bine juntos.
ResponderEliminarTus textos son sencillos y hermosos, Ernesto. Historias con finales felices, casi siempre.
Un beso,
Me encanta.
ResponderEliminarbonita historia feliz :) en un marco maravilloso y entonces, si ambos están en sintonía, para qué perder tiempo?, podría servir de ejemplo para los indecisos empedernidos que seguro haylos...
ResponderEliminarabrazos desde Madrid, hoy