Paisaje otoñal en acuarela. Inés Lago. |
Con la misma naturalidad, y sencillez, que las hojas ocres caídas este otoño y que formando remolinos recorren bulliciosas las calles del pueblo donde habito, con esa misma naturalidad, el algún recodo de mi transitar ayer por el recuerdo, me llegó una imagen de tiempos pasados...
¿Tal vez 1966?... ¿Han transcurrido ya 58 años? Tenía 18 años!
¡Angelines! Mi compañera dependienta en el departamento de ferretería de El Corte Inglés, en Madrid.
Algo tímida, pero se la percibía con gran determinación. Sencilla en sus cosas... ¿Tal vez demasiado? Sus piernas no conocían la depilación.
No conocí nada de su vida, excepto que tenía novio. Pero con el tiempo, y dado el carácter de ambos, se fue gestando un aprecio, natural, basado más en el respeto y confianza que en otros valores que pudiesen pensarse hoy...
¿Dónde estás amiga? ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Todo bien? ¿Cabe que hoy, ahora mismo, te hayas despertado conmigo en el pensamiento?
¡Qué simple, y natural, es la vida en sí!
Basta con dejarla fluir sin pretender mejorarla con nuestras peregrinas interferencias.